El encantamiento no se trata de un artilugio para lograr que las personas hagan todo lo que queremos. Por el contrario, Guy Kawasaki, ex Chief Evangelist de Apple, define al “encantamiento” como un proceso que aspira a deleitar a la gente con nuestro producto, organización o idea y, así obtener como resultado su apoyo voluntario y duradero en beneficio de todas las partes involucradas.
¿Pero cómo lograr ese encantamiento en las personas con las que pasamos la mayor parte de nuestro tiempo? Y que nos conocen más de lo que pensamos… Aquí, las claves de Kawasaki para encantar a nuestros empleados.
-El dinero no lo es todo. Los empleados no son máquinas expendedoras en las cuales se puede insertar dinero para motivarlos y obtener resultados. Kawasaki retoma los consejos de Daniel Pink en su libro Drive y explica que hay que brindarles la oportunidad de lograr tres cosas: destreza, mejorando sus habilidades y competencias; autonomía, considerándolos personas autónomas; propósito, por trabajar en una empresa que busca convertir al mundo en un lugar mejor. Y claro que, acompañando con una buena remuneración, se logrará encantarlos.
-Dar luz verde para hacer lo correcto. Kawasaki asegura que los mejores empleados quieren atender y complacer a los clientes. Por ello, la compañía debe colaborar para que esto ocurra. De lo contrario los empleados se sentirán desencantados por verse impedidos de desempeñar bien su rol, y así tampoco serán capaces de encantar a los clientes.
-Ser autocrítico. Para encantar a los empleados hay que empezar por juzgarse uno mismo por sus resultados y a los demás por sus intenciones, en vez de hacer lo contrario (exigir sólo a los demás buenos resultados). Esto implica adoptar una actitud comprensiva que nos lleve a decir: “Por lo menos sus intenciones fueron buenas”.
-Analizar cómo nos ven. Otro punto fundamental es concentrarnos en averiguar cuáles son los defectos que los empleados ven en nosotros. Tal vez nuestros propios defectos sean los culpables de los defectos de ellos.
-Y un lema universal: haz lo que yo digo y hago. Por más amplio y obvio que parezca, no debes pedir a los empleados que hagan algo que tú no harías. Este principio debería guiar todo estilo de gestión, lo que aumentaría como ninguna otra cosa tu credibilidad como líder, además de generar una mayor lealtad por parte de tus empleados.
Tomado de World Business of Ideas. Mar 2012